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Análisis y prevención

El análisis del riesgo de inundación, como riesgo natural que es, se basa en la descomposición y estudio de cada uno de los elementos o partes integrantes del mismo, esto es, la peligrosidad, exposición y vulnerabilidad, para posteriormente proceder a integrar los mismos y tener una visión unificada del riesgo.

En nuestro país, al igual que en el resto de Europa, el análisis de la peligrosidad (o inundabilidad) se realiza empleando de forma combinada y complementaria una serie de técnicas y procedimientos, que a grandes rasgos pueden agruparse en tres aproximaciones metodológicas: métodos histórico-paleohidrológicos, métodos geológico-geomorfológicos y métodos hidrológico-hidráulicos.

Los métodos histórico-paleohidrológicos emplean marcas sobre elementos artificiales (edificaciones, vías de comunicación, obras públicas, etc.), documentación histórica (manuscritos e impresos de archivos, bibliotecas y hemerotecas) y testimonios (orales o audiovisuales) para reconstruir la extensión cubierta o la cota alcanzada por las aguas durante una crecida desencadenada en el periodo histórico. Una aplicación simple de esta metodología consiste en suponer que si el agua alguna vez ha alcanzado ciertos niveles puede alcanzarlos también en un futuro no muy lejano, determinando esta zona como de crecida histórica. Algo más sofisticados son los estudios que trasponen estos niveles a caudales circulantes mediante modelos hidráulicos y les asignan una determinada probabilidad, permitiendo que se introduzcan como datos complementarios en el análisis estadístico de caudales procedentes del registro ordinario. En el caso de existir determinados tipos de depósitos o marcas con o sobre elementos datables mediante técnicas paleontológicas, dendrocronológicas, radiométricas (14C, OSL, TL, etc.) o arqueológicas, puede igualmente asignarse una probabilidad de ocurrencia a los caudales resultantes de la modelización hidráulica a partir de esos niveles y velocidades, integrándose de la misma forma en el análisis estadístico de caudales.

Los métodos geológico-geomorfológicos emplean la disposición y tipología de las formas del terreno, afecciones a elementos naturales (vegetación) y los depósitos generados durante o tras el evento de avenida, con el fin de reconstruir las zonas cubiertas por el agua, su velocidad, profundidad y carga de materiales, para crecidas anteriores al periodo histórico o de las cuales no se dispone de información histórica. Con ello se pueden delimitar las áreas geomorfológicamente activas dentro del cauce fluvial y sus márgenes, y por tanto susceptibles de ser inundadas en el marco de la dinámica natural de la corriente fluvial. En muchas ocasiones, y dado su carácter descriptivo, estas técnicas han sido tildadas de cualitativas y poco útiles, pero últimamente están cobrando fuerza al ser las únicas que consideran fenómenos naturales difícilmente modelizables con otras técnicas, como la avulsión o la migración del canal, y tener en cuenta las tendencias evolutivas naturales del sistema fluvial.

Los métodos hidrológicos e hidráulicos persiguen, respectivamente, la estimación de los caudales generados en una cuenca o corriente y el cálculo de las velocidades y calados con los que circulará por un determinado tramo fluvial. Los métodos hidrológicos pueden partir de los datos de caudales, aplicando análisis estadístico de los valores máximos; o de los datos de precipitación, mediante modelos hidrometeorológicos de transformación lluvia-escorrentía basados en fórmulas y métodos como el racional, hidrograma unitario, PMP-PMF, onda cinemática… Los métodos hidráulicos parten de diferentes hipótesis de flujo (unifásico-bifásico, uni-bi-tridimensional, uniforme-variado, permanente-variable, laminar-turbulento, lento-rápido…) que simplifican las ecuaciones físicas que lo modelizan, cuya resolución permite estimar diferentes parámetros (profundidad, velocidad, energía…).

La cartografía de riesgo, en sentido estricto (considerando pérdidas económicas y daños personales), tiene escaso desarrollo en nuestro país, limitándose a experiencias piloto en localizaciones concretas y aplicadas a estudios de ordenación territorial (PATRICOVA) y gestión de cuencas. Mayor desarrollo y profusión tienen, como en los otros países europeos, las cartografías de peligrosidad o inundabilidad, con diferentes escalas, objetivos y elementos representados; desde los clásicos mapas de áreas inundables para diferentes caudales o periodos de retorno asociados, a los planos de isobatas o modelos digitales de profundidades durante la inundación, pasando por planos de isotacas o modelos digitales de velocidades de la corriente; también pueden considerarse mapas de peligrosidad de inundaciones los que reflejan la carga sólida potencial transportada por la corriente, los puntos conflictivos durante la inundación, las inundaciones históricas u otros fenómenos asociados a la inundación (movimientos de laderas, socavación y zapado, erosión, depósito, sufusión…) generadores de situaciones de riesgo. Diversos organismos públicos y privados han producido estas cartografías, entre los que destacan institutos y centros de la AGE (IGME-CSIC, CEDEX, Confederaciones Hidrográficas, DGPCE…), organismos autonómicos (agencias de aguas, protección civil, fomento u obras públicas…), diputaciones y cabildos, y algunos ayuntamientos; también algunas universidades y centros de investigación (CSIC) han elaborado mapas, aunque sin un plan sistemático a nivel nacional.

Medidas preventivas de los riesgos de inundación

La mitigación del riesgo de inundaciones, o al menos la minimización de las consecuencias en el caso de que el riesgo se materialice en una catástrofe o desastre, clásicamente se ha abordado mediante tres grandes grupos de medidas: predictivas, preventivas y correctoras.

Las medidas predictivas buscan evitar la exposición y vulnerabilidad al peligro tratando de conocer dónde y cuándo se producirá la inundación. Para ello se utilizan predicciones meteorológicas, como los avisos de situaciones adversas basados en el uso del rádar meterológico y modelos de simulación (HIRLAM); o predicciones hidrológicas, basadas en la modelación en tiempo real a partir de la información de las redes foronómicas ordinarias o sistemas automáticos de información hidrológica (SAIH).

Las medidas preventivas buscan evitar la exposición y vulnerabilidad al peligro tratando de conocer dónde se producirá la inundación, reduciendo su peligrosidad, o minimizando la vulnerabilidad de los elementos expuestos (personas o bienes). Estas medidas clásicamente se han dividido en dos grupos, estructurales y no estructurales, en función de si su aplicación conlleva la construcción de estructuras u obras públicas. Dentro de las medidas estructurales se encuentran la construcción de presas de embalse y azudes para la laminación de crecidas y avenidas, diques o malecones artificiales, limpieza y dragado de cauces, canalizaciones y encauzamientos, cortas de meandros, drenajes, etc. Entre las medidas no estructurales están la ordenación del territorio en áreas inundables, la gestión integral de cuencas hidrográficas y la corrección hidrológico-forestal, la planificación preventiva de protección civil, y los sistemas de aseguramiento progresivos.

Las medidas correctoras buscan únicamente minimizar los efectos de la inundación una vez que ésta ya ha ocurrido, con medidas de protección civil (emergencia, rescate y evacuación), pagos de pólizas de seguro y la declaración de zonas catastróficas e indenmnizaciones especiales.

Ante el escaso desarrollo y la limitada efectividad de las medidas predictivas, y la insatisfacción social que produce la única aplicación de medidas correctoras, la mayor parte de las actuaciones de las administraciones públicas se dirijen hacia las medidas preventivas, y en particular las denominadas no estructurales, por ser éstas las más acordes con el desarrollo sostenible.

Sistemas de vigilancia y alerta frente a inundaciones

No existen en España sistemas de vigilancia y alerta específica y únicamente enfocados a la predicción de inundaciones. Sí que existen diversos sistemas de información hidrológica o hidrometeorológica (SAIH) y meteorológicos (SIVIM, PREVIMET y el Plan Nacional de Avisos Meteorológicos), que pueden utilizarse (con matizaciones y limitaciones espacio-temporales) para la vigilancia y alerta de inundaciones.

El SAIH, acrónimo de Sistema Automático de Información Hidrológica, es un complejo mecanismo de adquisición de información hidrológica y meteorológica (pluviométrica, foronómica, infraestructural…), análisis de la misma y toma de decisiones, que comenzó a implantarse en distintas cuencas hidrográficas a finales de la década de 1980, tras las importantes inundaciones del País Vasco y Valencia. Consiste en una densa red de estaciones y sensores establecidos en las cuencas (pluviómetros y nivómetros), cauces y canales (estaciones de aforo), y embalses (medidores de nivel y de flujo por órganos de desagüe). Toda la información se transmite y centraliza en tiempo real (discretización cincominutal) en el Centro de Proceso de Cuenca (CPC), dependiente de cada Confederación Hidrográfica (Ministerio de Medio Ambiente). Con esta información se estudia la respuesta de cada cuenca o subcuenca a un determinado episodio de precipitación intensa y/o duradera mediante modelos hidrológicos de transformación precipitación-aportación (interfase modular de análisis y cálculo de información hidrológica, IMACHI), que permiten obtener los hidrogramas de crecida esperados y su propagación por los cauces. El primer SAIH se implantó en la Confederación Hidrográfica del Júcar en 1988; posteriormente se ha instalado en las cuencas hidrográficas del Segura, Sur, Ebro, Cataluña, Tajo y Guadalquivir; y se encuentra en fase de implantación en las cuencas del Guadiana, Norte y Duero.

El SIVIM, acrónimo de Sistema Integrado de Predicción y Vigilancia Meteorológica, se pone en marcha en 1983 como “la respuesta más eficaz que ofrece la moderna tecnología a la necesidad de detectar con rapidez la formación de sistemas convectivos que generan las lluvias torrenciales”. Integra las actividades de predicción operativa dependientes del Centro Nacional de Predicción, con las de los nuevos departamentos de vigilancia atmosférica creados a tal efecto en espacios regionales de la península Ibérica, los llamados Grupos de Predicción y Vigilancia (GPV). Para la puesta en marcha de este programa, el Instituto Nacional de Meteorología (INM, Ministerio de Medio Ambiente) se integró en los circuitos internacionales de predicción atmosférica, ha venido desarrollando actividades de investigación, e incorporó nuevas tecnologías para la elaboración de los pronósticos: Sistema de Aprovechamiento Integral de Datos de Satélites Meteorológicos (SAIDAS); 15 rádares meteorológicos para la red SIRAM; y el modelo de predicción regional HIRLAM (High Resolution Limited Area Model).

Los PREVIMET, Planes de Predicción y Vigilancia Meteorológica, desarrollan la normativa de coordinación operativa del INM con la Dirección General de Protección Civil, estableciéndose cauces regulares de distribución de las predicciones y avisos a distintos organismos destinatarios (Confederaciones Hidrográficas, Gobiernos Civiles, medios de comunicación…). En 1987 comenzó, en fase experimental, el primer Plan Previmet-Mediterráneo para vigilancia de las lluvias torrenciales otoñales. Los Centros Meteorológicos Zonales, a través de los GPVs, emitían boletines diarios de predicción a corto plazo en los que se establecían distintos grados de alerta (blanca, amarilla y roja).

A partir de 1996, los planes PREVIMET dieron paso al Plan Nacional de Predicción y Vigilancia de Fenómenos Meteorológicos Adversos, concebido como un sistema de alerta continua, durante el conjunto del año, para todo el territorio nacional y para cualquier fenómeno meteorológico de rango extraordinario. La base del Plan es la emisión de avisos meteorológicos (boletines) por la posible superación de umbrales de adversidad previamente establecidos, que en el caso de las lluvias acumuladas en una hora se establecen en 15-30 mm (lluvias fuertes) y >30 mm (lluvias muy fuertes).

Por último, los Planes de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones, de acuerdo a la Directriz Básica que los regula, deben disponer de sus propias especificaciones de sistemas de previsión y alerta en materia meteorológica e hidrológica. De esta manera, tanto el futuro Plan Nacional, como los Planes Autonómicos homologados (País Vasco, Comunidad Valenciana, Baleares, Andalucía, Galicia y Navarra) o actualmente en fase de homologación o elaboración (Cataluña, Extremadura, Baleares, Castilla y León, Castilla-La Mancha…), deben contener indicaciones sobre la implementación y coordinación de los sistemas de alerta propios o externos (SAIH).

Planificación en situaciones de emergencia

La planificación de medidas en situaciones de emergencia está perfectamente recogida en la Directriz Básica de Planificación de Protección Civil ante el riesgo de inundaciones. Según esta Directriz, en los Planes de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones se distinguirán las fases y situaciones siguientes:

A) Fase de pre-emergencia. Fase caracterizada por la existencia de información sobre la posibilidad de ocurrencia de sucesos capaces de dar lugar a inundaciones. Esta fase se iniciará, por lo general, a partir de notificaciones sobre predicciones meteorológicas de precipitaciones intensas u otras causas de las contempladas en el apartado 2.1 de la Directriz que puedan ocasionar riesgo de inundaciones y se prolongará con el seguimiento de los sucesos que posteriormente se desarrollen, hasta que del análisis de su evolución se concluya que la inundación es inminente, o bien determine la vuelta a la normalidad. El objetivo general de esta fase es la alerta de las autoridades y servicios implicados en el plan correspondiente, así como la información a la población potencialmente afectada.

B) Fase de emergencia. Esta fase tendrá su inicio cuando del análisis de los parámetros meteorológicos e hidrológicos se concluya que la inundación es inminente o se dispongan de informaciones relativas a que ésta ya ha comenzado, y se prolongará durante todo el desarrollo de la inundación, hasta que se hayan puesto en práctica todas las medidas necesarias de protección de personas y bienes y se hayan restablecido los servicios básicos en la zona afectada. En esta fase se distinguirán las siguientes situaciones:

  •  Situación 0: Los datos meteorológicos e hidrológicos permiten prever la inminencia de inundaciones en el ámbito del Plan, con peligro para personas y bienes.
  •  Situación 1: Se han producido inundaciones en zonas localizadas, cuya atención puede quedar asegurada mediante el empleo de los medios y recursos disponibles en las zonas afectadas.
  •  Situación 2: Se han producido inundaciones que superan la capacidad de atención de los medios y recursos locales o aun sin producirse esta última circunstancia, los datos pluviométricos e hidrológicos y las predicciones meteorológicas, permiten prever una extensión o agravación significativa de aquéllas.
  •  Situación 3: Emergencias que, habiéndose considerado que está en juego el interés nacional, así sean declaradas por el Ministro de Justicia e Interior.

C) Fase de normalización. Fase consecutiva a la de emergencia que se prolongará hasta el restablecimiento de las condiciones mínimas imprescindibles para un retorno a la normalidad en las zonas afectadas por la inundación. Durante esta fase se realizarán las primeras tareas de rehabilitación en dichas zonas, consistentes fundamentalmente en la inspección del estado de edificios, la limpieza de viviendas y vías urbanas, la reparación de los daños más relevantes, etc.