Las riadas o avenidas súbitas, aumentos repentinos del caudal de una corriente fluvial (río, arroyo, rambla o riera), en el arroyo Cabrera en Venero Claro (Navaluenga, Ávila) han sido frecuentes en el pasado, en la actualidad y lo seguirán siendo en el futuro. Por los documentos en prensa escrita y los registros de precipitaciones, sabemos que hubo grandes riadas en Venero Claro en enero de 1956 y en diciembre de 1989, coincidiendo también con avenidas del Alberche que produjeron inundaciones en Navaluenga.
De hecho, posiblemente, el nombre del paraje ’Venero Claro’, haga referencia al lecho rocoso de los barrancos y gargantas en la ladera de la Sierra del Valle que, tras los eventos torrenciales, dejaban al descubierto la roca del sustrato que, al ser un granito de colores claros (leucogranito), hacía que se asemejara a unas venas o regueros de color blanquecino.
Cuando “reventó una vejiga” en la Sierra del Valle y se produjo la Riada de 1997
La noche del día 17 al 18 de diciembre de 1997, tras haber llovido más de 800 litros por metro cuadrado en el mes anterior, empezó a llover con enorme intensidad sobre Venero Claro, llegando a superar los 230 litros por metro cuadrado en lo alto de la Sierra del Valle.
En estas condiciones, los suelos de los canchales de las laderas de La Atalaya y Arromoro, saturados por agua, comenzaron a deslizar y arrastraron bloques, cantos y arena ladera abajo.
Mezclado con los caudales de los barrancos, se transformó en un flujo denso y capaz de arrastrar grandes piedras, arrancar árboles y arrasar puentes, caminos y todo lo que se encontró a su paso, hasta desembocar al río Alberche.
En la Colonia de Venero Claro produjo importantes daños en un antiguo puente, la incineradora de residuos, el embalse de abastecimiento de agua, caminos y zonas ajardinadas próximas a la piscina.
La mayor parte de la población local atribuía a priori dicho fenómeno a la explosión repentina de una «vejiga» subterránea de agua formada por la infiltración de parte de las precipitaciones registradas durante los meses de noviembre-diciembre de 1997.
La riada de 1997 en los medios de comunicación
Los espectaculares efectos que suelen acompañar a este tipo de fenómenos y la afección a obras públicas (puentes, caminos y caceras) y vegetación circundante, centraron durante los días siguientes la atención de los habitantes y turistas de la vecina localidad de Navaluenga (Ávila), así como de los medios de comunicación provinciales y nacionales, quienes se hicieron eco de la noticia (Diario de Ávila, 23, 27 y 29 de diciembre de 1997; La Revista de Ávila, 4 de enero de 1998; ABC, 27 de diciembre de 1997).
Estudio hidrológico y geomorfológico de la riada de 1997 (extracto de Díez-Herrero, 2001)
Análisis hidrológico-hidráulico
Con objeto de reconstruir los aspectos hidrológicos del fenómeno, tales como los caudales circulantes, se ha de recurrir a la modelización hidráulica del cauce, ante la ausencia de estaciones de aforo a lo largo del canal del arroyo Cabrera y estaciones meteorológicas en su cuenca de drenaje. Únicamente existe una estación de medida de caudales en el propio embalse de El Burguillo, pero en ella se totalizan las aportaciones tanto del río Alberche, como de otros arroyos que drenan al vaso del embalse (Gaznata, Balsaína …), por lo que la individualización de caudales es compleja.
Ante la imposibilidad de aplicar modelos hidráulicos unidimensionales estacionarios y gradualmente variados, ya que las pendientes longitudinales del canal (15 %) superan los rangos recomendados, se optó por utilizar la fórmula del caudal y profundidad críticos, y la ecuación de Manning, aun a sabiendas de la simplificación que ello supone.
Para ello se establecieron una serie de secciones de control donde se pudieron alcanzar caudales críticos en el sector de Peñaltar del arroyo Cabrera, por discurrir en una sucesión de saltos y rellanos (pendiente media 12º) sobre lecho rocoso (no móvil), con patrón ligeramente meandriforme (con importantes peraltes). Las alturas máximas mínimas alcanzadas por el agua se establecieron con la observación de marcas sobre la vegetación arbustiva y herbácea (arrasado y vuelco), arbórea (descortezados de impacto) o afloramientos rocosos (corrasión de cubiertas de líquenes) de las márgenes; o por la presencia de elementos flotantes (fragmentos de madera) alineados en las orillas. Destacan por su representatividad las secciones P1 y P2, cuyos parámetros básicos, caudales críticos, parámetros hidráulicos y resultados de la aplicación de la ecuación de Manning se recogen en las tablas adjuntas.
Sección | Dirección | Área (m2) | Anchura (m) | Caudal crítico (m3/s) |
P1 | N 264º | 121,35 | 33,00 | 728,47 |
P2 | N 231º | 189,78 | 42,00 | 1262,89 |
Sección | Área (m2) | Pendiente longitudinal | Perímetro mojado (m) | Radio hidráulico | N | Velocidad (m/s) | Caudal (m3/s) |
P1 | 121,35 | 0,1494 | 43,75 | 2,77 | 0,1 | 7,62 | 925,12 |
P2 | 189,78 | 0,1521 | 48,29 | 3,93 | 0,1 | 9,71 | 1843,22 |
Esta disparidad en los resultados se justifica por la escasa adecuación de fórmulas, que suponen régimen uniforme en cauces torrenciales con flujos turbulentos y abundante carga sedimentaria. Además, la situación peraltada de curva de meandro de la sección P2 exagera aún más los valores de sección, y por tanto de caudales, ya que los niveles registrados corresponden a dos momentos diferentes.
La aplicación del método racional simple a los datos de caudales (valor crítico para P1), bajo el supuesto de coeficiente de escorrentía 1 (nula infiltración y evapotranspiración) nos ofrecerían valores de intensidad de precipitación de unos 175 mm, como media de la cuenca del arroyo Cabrera.
Descripción de los efectos geomorfológicos y sedimentológicos
A la vista de los rasgos morfológicos observados en campo, la avenida instantánea del 18-12-97 tuvo su inicio entre el paraje conocido como Peña Parda (una inclinada ladera con 26,5° de pendiente media, orientada hacia el NNO) y la culminación de la Sierra del Valle en el replano de El Mirlo. Esta zona de cabecera, denominada habitualmente área fuente, comienza con un escarpe neto situado a unos 1800 m de altitud, ocupando el fondo de una pequeña vaguada torrencial afluente directa del arroyo Cabrera.
Continúa el cuenco sobreexcavado ladera abajo hasta llegar a la confluencia con los arroyos de las gargantas contiguas (Peñaltar y Arromoro), pasando entonces a configurar una planicie con más de 60 m de anchura, totalmente desprovista de vegetación, y constituida por grandes bloques subredondeados. Inmediatamente aguas abajo vuelve a sobreexcavar un nuevo canal con forma de artesa (40 x 5 m) en el fondo de la antigua garganta, con el lecho ocupado por grandes acumulaciones de bloques métricos. Esta sucesión de grandes acumulaciones de bloques seguidas de encajamientos y sobreexcavaciones se repite en las confluencias con los otros dos afluentes (Las Mesillas y Las Covachuelas), en disminuciones de la pendiente del lecho y allí donde se ensancha el fondo de la garganta; configura la parte central, denominada trayectoria principal, con una pendiente longitudinal media de 0,1, dentro del rango típico para este tipo de morfologías de erosión-depósito (0,05 a 0,2; Hooke, 1987).
En las proximidades del paraje conocido como Venero Claro se produjo uno de los hechos que más llamó la atención de los vecinos: el cambio en el trazado del canal original del arroyo, que adoptó un nuevo curso formando un arco de meandro a la izquierda del original, del cual llega a distanciarse casi 400 metros. Este evento de avulsión está relacionado con la formación en las márgenes de la trayectoria principal de sendos diques naturales (a modo de los levées de las corrientes fluviales clásicas) o elevaciones por acumulación de bloques alineados corriente abajo, y que llegaron a obstaculizar el flujo por el canal habitual. Este fenómeno se ha producido repetidas veces en el cauce del arroyo Cabrera, como se deduce de la comparación de cartografías y fotografías aéreas existentes desde los años 30.
Finalmente, el arroyo desemboca al río Alberche en las proximidades de la urbanización La Rinconada, depositando parte de su carga sólida y generando un cono de desembocadura a modo de delta de planta clásica con un único canal distribuidor recto en posición central; constituye el denominado pie deposicional.
Los depósitos están formados mayoritariamente por aglomerados granosostenidos de bloques subredondeados a redondeados, y en menor medida por grandes bloques paralelepipédicos, gravas poco seleccionadas y arenas. La composición de los bloques y gravas es fundamentalmente granitoidea, con presencia puntual de cuarzo filoniano y rocas plutónicas básicas (tipos dioríticos); y arcósica o litoarcósica en el caso de las arenas.
La distribución espacial de texturas y estructuras, tanto longitudinalmente como transversalmente, es muy variable. La mayor parte de los bloques forman un único manto pobremente seleccionado (Hooke, 1987), granosostenido al haber sido lavada la matriz intersticial con posterioridad a su depósito; la escasez de afloramientos impide la observación de la granoselección, y la redondez de los bloques difumina las imbricaciones de clastos y posibles laminaciones formadas por avance de grandes barras.
Localmente se reconocen otros elementos deposicionales que componen el medio aluvial-torrencial:
* Diques naturales, compuestos por bloques, gravas y arenas en los que difícilmente se reconocen tendencias de granoselección al tratarse de depósitos predominantemente groseros.
* Cuñas de tamiz, configuradas por acumulaciones cuneiformes o lenticulares de arenas y gravas tras un obstáculo de elementos gruesos (bloques o restos vegetales) que actuaron como filtro diferencial. Quizás el de mayores dimensiones (unos 3 x 5 m) se formó por influencia antrópica tras la acumulación de troncos y ramas que obstruían el puente de acceso a la Casa Forestal de Trampalones.
* Depósitos de sombra, normalmente constituidos por gravas, arenas y pequeños bloques en acumulaciones hemielipsoidales o en media luna, tras obstáculos como grandes árboles o bloques, o elementos antrópicos (pilares y estribos de puentes, vallados, etc.).
* Terracillas de orilla; en los lugares en los que se produjeron represamientos y por lo tanto menores velocidades de la corriente, formadas por acumulaciones de arenas, gravas y limos; la mayor parte de las veces han quedado colgadas ya que durante el vaciado posterior del represamiento el canal se encajó en el sediplano y produjo escarpes como bancos de orilla.
* Rellenos de represamientos; acumulaciones de arenas y gravas tan sólo conservadas en los lugares alejados del posterior vaciado erosivo, como adosadas a grandes bloques, entre densos bosquetes de arbustos, etc.
* Barras de confluencia, depósitos de pequeños bloques, gravas y arenas localizados en el ángulo menor de la confluencia de la corriente principal con un afluente que se incorpora lateralmente.
Entre los indicadores del nivel mínimo que alcanzó la corriente se han constatado:
– Afecciones a elementos antrópicos, como niveles de humedad en las paredes de edificaciones (caseta próxima a Venero Claro) y puentes.
– Daños en la vegetación, entre las que destacan los descortezados de árboles, tronchamientos y vuelcos, alcanzando niveles de hasta 5,5 m sobre el lecho del canal (Venero Claro); igualmente arrasamiento de las cubiertas de líquenes, musgos y herbáceas, y aplastamiento de la vegetación arbustiva en los escarpes de orilla del canal.
– Depósitos de restos vegetales alineados y otros flotantes (plásticos) en las orillas, correspondientes a etapas de estabilización provisional del nivel de la corriente; de este tipo se han medido acumulaciones hasta a 6 m por encima del lecho del canal.
Causas y descripción del fenómeno
La mayor parte de la población local atribuía a priori dicho fenómeno a la explosión repentina de una «vejiga» subterránea de agua formada por la infiltración de parte de las precipitaciones registradas durante los meses precedentes.
Durante los meses de noviembre y diciembre de 1997 la precipitación acumulada en la vertiente septentrional de la Sierra del Valle fue de unos 800 mm (817,7 en la estación de Serranillos). La semana anterior al evento se habían producido precipitaciones en forma de nieve, a las que sucedió un periodo de temperaturas elevadas (para las fechas invernales) y lluvias acompañadas de vientos de componente SO, lo que provocó la rápida fusión de la fina pero extensa cobertera nival, suponiendo un aporte adicional de agua.
La víspera (17-12-97, 18 h), una perturbación de procedencia atlántica barría la Península de OSO a ENE, con dos frentes asociados: uno cálido y otro frío que ocluía parcialmente al anterior en su ramal septentrional. En superficie, tras los frentes, existía una baja barométrica de 968 mb situada entre las islas Azores y Gran Bretaña; esta situación se reproducía en las topografías de las superficies de 850, 700 y 500 hPa, con temperaturas para el centro peninsular de 8°, 0° y -16°C, respectivamente; todo ello se traducía en vientos moderadamente fuertes de componente O-SO e intensas precipitaciones generalizadas. A las 23.30 h del día 17-12-98, las células de precipitación más intensa del centro peninsular estaban ubicadas sobre la Sierra de Gredos, La Alcarria y Tierra de Pinares; los máximos de intensidad se localizaban en la Sierra del Valle, Alto Tajo y Coca (Segovia), tal y como se deduce de la interpretación de la imagen del rádar meteorológico de Madrid. Se registraron intensidades puntuales de 141,6 y 87,9 mm diarios en las estaciones de Serranillos (03319) y Presa de Burguillo (03326), respectivamente. Horas después (18-12-97, 6 h), los frentes ya se situaban sobre la costa mediterránea (INM, 1997).
Los suelos habían superado con creces su capacidad de retención, sobrepasando día tras día el umbral de escorrentía (14,81 mm en condiciones normales para la cuenca del arroyo Cabrera; Díez y Pedraza, 1997a). La infiltración en esta zona, al poseer un substrato impermeable, está limitada al tránsito hasta pequeños acuíferos detríticos groseros que constituyen los materiales aluviales (fondos de las gargantas) y coluviales (canchales), y a través de acuíferos fisurales anisótropos que aprovechan discontinuidades de la roca (diaclasas) y zonas arenizadas de los granitoides (asociadas antiguas fallas tardihercínicas-alpinas); en ambos casos se vio superada con creces la capacidad de almacenamiento.
A estos hechos se unen como factores desencadenantes otras tres circunstancias que convergen concretamente en el paraje de Peña Parda:
* La elevada pendiente media existente en los tramos altos de esta vertiente (en torno al 50 %) se ve incrementada aún más en las laderas de las vaguadas y gargantas, llegando a extremos del 100 %.
* La ancestral deforestación de la zona, que impide la existencia de vegetación con un desarrollo radicular suficiente para fijar el suelo al substato. A ello se une la presencia de incendios que, como el del verano de 1995, dejaron el suelo desprovisto de cubierta arbustiva y arbórea; además existen otras prácticas ganaderas de tipo incendiario como las rozas, que potencian los pastos frente a otro tipo de vegetación con mayor porte y desarrollo radicular. El propio paso del ganado provoca la compactación de los niveles superficiales del suelo y su impermeabilización.
* La existencia en superficie de materiales sueltos poco consolidados, como acumulaciones de tipo coluvional (canchales), potentes mantos de meteorización de los materiales graníticos y bandas de arenización y trituración tectónica de la roca (una de las cuales aprovecha la propia vaguada).
Así, durante la noche del día 18 de diciembre se produjo en el fondo de una vaguada de Peña Parda un movimiento gravitacional de tipo mixto, con deslizamiento en cabecera (generando una grieta de coronación) y flujo en el pie; en diversas ocasiones se ha detectado que estas avenidas instantáneas comienzan como un deslizamiento translacional o rotacional (Johnson & Rodine, 1984). La superficie afectada pudo no ser muy grande, con forma lineal siguiendo la vaguada, pero la licuación en el pie produjo un efecto en cadena que indujo nuevos movimientos vaguada abajo a medida que la masa deslizaba por la ladera; paralelamente se incorporaban los derrubios que tapizaban las laderas y que eran movilizados por zapamiento (Hutchinson, 1988). La gran masa de bloques (bolos graníticos) y material fino (arenas y limos de meteorización) puesta en movimiento fue ganando velocidad gracias a la lubricación que generaban los aportes de agua laterales de los afluentes crecidos. De esta forma se generó una masa acuosa con un elevado contenido de material fino en suspensión y saltación, y grueso por arrastre-saltación y suspensión puntual gracias a la elevada densidad del fluido que actuaba como medio.
El movimiento pudo tener series de ondas de corriente producidas por el represamiento y posterior rotura o superación de obstáculos significativos, como los puentes de Trampalones y Venero Claro; el frente de cada lóbulo está compuesto de grandes bloques ocasionalmente mezclados con árboles, de semejante forma a como lo describió Sauret (1987).
En conjunto se trató de una corriente excepcionalmente grande y fluida, que se desplazó casi 5,5 km, y se expandió en zonas de menor confinamiento, formando conos aluviales de formas elongadas; esta dinámica y morfología es semejante a la descrita por Costa (1984) para otros fenómenos de este tipo, englobados genéricamente como «corrientes de derrubios confinadas en un valle».
Con posterioridad a este evento y el estudio hidrológico y geomorfológico de Díez-Herrero (2001), decenas de estudios y trabajos científico-técnicos han investigado en detalle en esta cuenca y sobre este evento torrencial, que es uno de los mejor caracterizados e interpretados de España. Para ello se estableció una red instrumental hidrometeorológica muy densa y ha dado como resultado una amplia bibliografía.